martes, 1 de junio de 2010

Me Viene, Hay Días, Una Gana Ubérrima...

¿Cómo en un blog de filosofía en general nos atrevemos a colgar ya tres poemas? Sin duda ha de aquejar al observador insidioso aquella pregunta. Mas me limitaré a decir, no usando mis propias palabras, tan limitadas y confusas, sino apoyado en magnos hombros que prestarán algo de solidez en la base a lo que deseo sostener. El texto reza así: "el poeta habla siempre como si el ente fuese expresado y convocado por primera vez. En el poetizar del poeta y en el pensar del pensador se abre siempre tanto espacio cósmico, que, en su interior, una cosa cualquiera, un árbol, una montaña, una casa, el canto de un pájaro, pierden completamente su indiferencia y su carácter habitual" (Heidegger M., Introducción a la Metafísica). Esto lo considero suficiente, no para aquel que tenga un argumento mejor y más bellamente expresado, sino, sin dudas, para aquel cuyo único fin fuera la intromisión vana y obtusa.
Me Viene, Hay Días, Una Gana Ubérrima...

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.

Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mundo,
tratando de serle útil en
lo que puedo, y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, proyecto!
Me viene a pelo
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.

Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudar a matar al matador ?cosa terrible?
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.
Poemas Póstumos I, César Vallejo.
J. Caravedo

1 comentario:

  1. (en realidad cuando uno lee un poema de El Poeta, no puede seguir más que un largo y emotivo, sumamente emotivo, silencio... luego de eso se evocan, irremediablemente, otros de sus poemas... sin embargo, callaré mi ímpetu y no colocaré otro, al menos hasta que el aroma de este particular poema, haya penetrado lo suficiente como para aromatizar cada uno de estos recovecos...)

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